sábado, 24 de abril de 2010

Capítulo XVI: Una sonrisa al fútbol

Lanús venció como local a Arsenal por 4 a 1. Hoyos y Salcedo- increíblemente, ambos a la salida de un tiro de esquina- adelantaron a los de Zubeldía en la primera parte. Y en el complemento, los juveniles Leandro Díaz y Javier Carrasco sellaron la goleada. Leguizamón había descontado para los del Viaducto, que terminaron con diez por la expulsión de Yacuzzi.

Podría uno quedarse con la tremenda actuación de Leandro Díaz, con gol y potencia incluídos. Sería fácil optar por el torbellino que Carrasco armó en diez minutos, haciendo un golazo de fútbol cinco y buscando a Yacuzzi para hacerlo echar. Tampoco estaría errado si se reinvindica a Salcedo en su faz menos protagónica pero rendidora o hasta con esa preciosa definición de Fritzler ya con el partido terminado, que augura que el buen gusto por el fútbol no se perdió.

Todo eso podría elegirse al momento de glorificar el triunfo de Lanús. Sin embargo, un hombre se erige por sobre todos. Porque jugó desde el minuto 0 al 93 con la misma garra, concentración, distribución y compromiso. Porque es más de lo que pinta, porque juega a otra cosa sin la pelota en los pies y no luce, pero hace que otros puedan brillar. Es Agustín Pelletieri ese hombre, aquél león imposible de domar en el mediocampo el que termina siendo figura, sin esquivarle al roce con el piso si hay que ir a buscarla allá abajo raspando, Claro, después entiende que hay que pararse y salir con la pelotita pegada al pie. No importa que el partido este ya cocido, mientras muchos siquiera harían sombra para distraer al rival, Pelletieri va al piso y la recupera.

Y es todo un concepto en sí que sea Pelletieri el mejor. Porque quiere decir que Lanús dependió de su presencia para cortar y mandar en el mediocampo. Quiere decir que las cosas se pusieron un poco en orden y se tiro a la cancha un equipo con menor dependencia a Blanco, recayendo en Aguirre por consecuencia, una buena porción de la creación. Significa, también, que Lanús pensó más en el arco rival que en el propio. Se ordenó, con Velázquez volviendo a pasar y con Leandro Díaz mostrando que con 17 años tiene las espaldas más anchas que cualquier otro. Y se sufrió atrás durante media hora del primer tiempo, sobre todo por la derecha, dónde Arce no podía controlar las subidas de Poggi.

Pero en la suma, las tarjetas dan por ganador unánime a Lanús. Porque ya desde el arranque tomó posesión de la pelota y así generó situaciones de riesgo con el tucumano Díaz en dos oportunidades ( una de zurda y otra de cabeza, que tapo bien Campestrini) y otra con Salcedo. Pero la apertura llegó con la fórmula menos imaginada: la pelota parada. Dos centros bien ejecutados de Velázquez desde la izquierda para que Hoyos primero y Salcedo( que en los corneros tiene que estar dentro del área) después hicieron de sus goles un calco, con cabezazos que rozaron en jugadores de Arsenal. Cierto es y hay que remarcarlo, que Peppino se erró un gol imposible debajo del arco, con un cabezazo que dio en el palo, cuando era el empate en el mejor momento de la visita.

En la segunda parte hubo un quiebre en la decisión de lastimar. Entonces Pelle habilitó con un gran pase a Díaz- que minutos antes se había perdido un mano a mano igual- y el juvenil definió metiendose a pura potencia en el área y tocando a un costado. Merecido y justiciero gol para el delantero, que lo venía buscando desde hacía tiempo.

Con la ventaja casi inalcanzable, Lanús se replegó en su afán de matar de contragolpe. Sin embargo, las líneas estuvieron demasiado lejos porque en el mediocampo- sobre todo en el sector de Pizarro- y Arsenal se adelantó, aunque sin mayor peligro. El descuento, de Leguizamón, llegó por una distracción de la defensa, que no reaccionó cuando movieron rápido la pelota y el centro derivó en un cabezazo que no pudo controlar Marchesín.

Pero el telón ya se había corrido y los puntos quedarían en La Fortaleza, con una yapa que enorgulleció al técnico. Javier Carrasco tuvo su merecido espacio y tiempo en un partido. Y en la primera que tocó, la bajó como si hace años que está en Primera y se sacó la marca para definir de zurda, fácil, lujoso. Golazo del duende Carrasco, habilitado por Blanco con un gran pase de zurda que cruzó el área de izquierda a derecha.

Después Lanús se floreo y disfrutó de un ole ole de su gente que hacía tiempo no se permitía. Los goles aparecieron después de un tiempo de mezquindades en cuanto a festejos. Lo más importante, es que se puso cada mueble donde corresponde y se apostó a jugar con más intensidad, más explosión y agresividad, sin importar que se sufra un poco atrás. Al cabo, se sufría igual, pero no se regalaban situaciones en favor de Lanús.

Llegó tarde, pero el aire de buen fútbol pero reapareció sobre este final de campeonato, con el segundo tiempo ante Colón y en muchos pasajes ante Arsenal. Será tiempo de no volver a retroceder, de seguir dandolé rodaje a los pibes, pero en un sistema que beneficie poder exlorar su virtudes. Era la hora de probar nomás.

En la tarde del Sur ganó Lanús. Pelletieri fue el mejor, porque trabó y mordió como siempre, pero se animó a jugar también. Y eso contagia, porque si los que roban pelotas además las distribuyen con sentido, aquellos que tienen que tratarla bien se ven oblidos a no despilfarrarla. Y Así, Lanús es una sonrisa al fútbol, disfruta con la pelota. Por eso, con esa pincelada de Fritzler sobre el final, se esperanza una refundación del concepto de fútbol de Lanús. Al cabo, el que historicamente siempre tuvo y que parecía haber quedado de lado.

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