lunes, 4 de octubre de 2010

Lanús aguantó a Boca y sobre el final, se llevó un triunfo agónico

Lanús derrotó 2 a 1 a Boca en La Bombonera por la décima fecha del torneo Apertura. Blanco y Pelletieri- de penal- le dieron la victoria a los de Zubeldía. Insaurralde había empatado transitoriamente.


Allá a lo alto, más alto que de costumbre, la gente de Lanús delira. Salta, canta, se rompe la garganta y corea a Blanco y Pelletieri, autores de los goles en un nuevo Bombonerazo. Miran al cielo, se persignan y piden porque ese penal sea gol en el último minuto del partido. La criptonita hecha pelota número cinco la toma Pelletieri -eterno gladiador Granate- la acomoda, hace oídos sordos a Palermo y no se achica ante Luchetti- el mismo al que un viernes por la tarde dejó desparramado en el suelo- y pese a que el arco se hace cuatro metros más chico, cierra los ojos y le pega con el corazón. Fuerte, al medio y gol para gritar con la boca bien abierta.
Es agónico, sí, porque Lanús así lo quiso. El primer tiempo había dado muestras más que claras que si los de Zubeldía, aún con un planteo mezquino, se proponían tocar la pelota, Boca la iba a pasar mal. Porque los de Borghi estuvieron tan desconcentrados, que ya desde los ocho minutos dejaron libre a Blanco a la salida de un córner y el diez sólo tuvo que acertarle al arco para marcar el 1 a 0.
Sin embargo, Lanús eligió la peor opción y se refugió cerca de Marchesín, pero sin poder leer el partido que se venía por delante. Porque Boca, éste Boca devaluado, apenas si puede llegar a modo de centros desde sus carrileros. Y Lanús, este Lanús aún tiernito, jamás entendió que sólo había que marcar a quienes podían enviar los centros. Así, una y mil veces Clemente Rodríguez y el juvenil Gaona Lugo desbordaron tanto a Grana como Arce y llenaron de centros el área Granate. En el corazón de la misma se vio lo mejor de la defensa visitante. Porque Goltz se hizo gigante ante Viatri y nunca lo dejó cabecear. Hoyos y Erramuspe, en tanto, la tuvieron más complicada con Palermo, que en dos ocasiones estuvo a punto de marcar.
Lanús no salía con precisión. Pizarro, más errático que de costumbre, no era parada obligada en mitad de cancha. Aguirre esta vez no acompañó a Blanco y Romero, una vez más quedó en deuda con el gol. El delantero cordobés tuvo una noche fatal en su debút en La Bombonera. Primero, porque un rebote en él volvió a meter la pelota dentro del área para que Insaurralde, de cabeza, pusiera el 1 a 1, que por insistencia más que por fútbol, Boca ya merecía.
Pese a ese accidente, lo peor de Romero estuvo en el cierre de la primera mitad. Ahí, Blanco asistió quirúrgicamente a Pizarro, que enganchó, definió de zurda y Luchetti tapó bien. El rebote lo tomó Blanco, que se bancó un patadón de aquellos y la pelota quedó en poder de Romero. El cordobés no se obnubiló por el marco, se acomodó, perfiló, decidió qué hacer pero ejecutó aún como un delantero de Nacional B. La pelota se fue tres metros arriba del travesaño, cuando desde ahí era lo más difícil de lograr, cuando también la asistencia a Pizarro era valedera. Increíble pero real y una nueva jugada para el anecdotario de Romero.
La segunda parte continuó con la misma tendencia y creció la figura de Marchesín. El arquero le tapó el gol a Palermo en dos ocasiones y a Battaglia, tras un remate de larga distancia. Lanús seguía en su anemia ofensiva, hasta el ingreso de Castillejos. Con él en cancha, el juego aéreo tuvo una oportunidad más y retrasándose, distribuyó mejor que cualquier otro. Fue Castillejos el que habilitó a Blanco entre líneas dentro del área, pero Luchetti atoró bien y despejó. Había una grieta y Lanús tomó nota de ello.
El ingreso de Aparicio dio frescura al ataque y los espacios se hicieron más grandes. Sin embargo, Marchesín volvió a lucirse. Laverni- de muy mal arbitraje- cobró una infracción al borde del área grande en favor de Boca cuando el partido se moría. Caruzzo tomó la pelota, remató bajo y fuerte, la pelota se desvió y cuando parecía descolocar a Marchesín, el arquero tapó con el pie para sacar al córner.
De ese tiro de esquina, Goltz despejó y Lanús se ilusionó. Aparicio bancó bien la pelota para esperar que sus compañeros crucen la mitad de cancha. Castillejos recibió y comandó el ataque como si fuera el número diez y Ledesma fue el hombre señalado. Pudo ser él el de la hazaña, pero su eterna cadencia prefirió el sufrimiento. La jugada pedía romper el arco ya estando dentro del área chica o tocar suave para Castillejos, que acompañó todo el tiempo la jugada. Ni una cosa ni la otra para Ledesma, que esperó el primer contacto de Clemente Rodríguez-luego expulsado- para tirarse, ignorando la historia de Lanús, de Boca, de La Bombonera, del arbitraje y al cabo, del fútbol argentino. Por suerte para Lanús, a Laverni le pesó el cargo de conciencia de no haber cobrado una mano clarísima dentro del área, cuando Blanco ponía el pase atrás para el gol de Lanús, y esta vez pitó penal.
Entonces la posta la tomó Pelletieri y no le pesó. Lanús ganó, con el último aliento, un partido que no pintaba para nada bien y por el cual, los de Zubeldía, hicieron poco para llevarse los tres puntos. Allá arriba, en la tercera bandeja, alguien recuerda que en los últimos tiempos a La Boca, Lanús ya no le teme y enumera: el batacazo del 2006, la vuelta del 2007 y pide cambiar de una buena vez la carátula de creerse inferiores para colgarse la de grandeza. Al cabo, esta es una nueva oportunidad. Este tipo de triunfo suele marcar un quiebre y servir como trampolín. Ya se ganó penando, ahora Lanús tiene que volver a jugar al fútbol. Toque y toque, como siempre lo hizo. Como debe volver a hacerlo.

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